domingo, 4 de marzo de 2012

Las Coplas del trabajo

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¡Buenos días! Por si a algunos no os ha llegado, aquí van las Coplas del trabajo que le salieron a algún amigo malherido. Si andáis por asambleas, sacad esto, que es urgente, a ver si se puede ir corroyendo la maldita idea de que hay que tener (o si no, no tener) un puesto de trabajo: ¡qué aburrimiento!


Esta letra se canta aprovechando la música que,
sobre unos versos de Quevedo que comienzan igual, creo, hizo Paco
Ibáñez, pero pueden hacérsele otras músicas o recitarla solo. Salud!






Pues amarga la verdad,
quiero echarla de la boca;
y si al alma su hiel toca,
esconderla es necedad.
¡Sépase la realidad
que sufrimos aquí abajo:
el Trabajo.

Pues son horas y son días
repitiendo el mismo gesto,
se te va la vida en esto
si pensabas que vivías.
¡Séquense tus alegrías,
pues son meses y son años!
No hay peor daño.

No se secarían tanto
si las cosas que tú hicieras
útiles y placenteras,
como un beso, como un canto,
fueran, no con el espanto
de saberlas inservibles,
prescindibles.

Que no sirven para nada
se adivina ya con ver
que pa' darnos de comer
hay muy pocos con la azada.
Vale sólo tu jornada
para darle vida al
Capital.

Son horarios, reglamentos,
es hacer lo que está hecho:
nada pasa en ese trecho
que es vacío, aburrimiento.
¿Quién es que con este invento
saca de los maleficios
beneficios?

¿Quién es el que nos engaña
dando lo malo por bueno,
si no es a corazón lleno
de ponzoñas y patrañas?
La razón que no se empaña
no se empeña en ver lo horrible
admisible.


Y esas máquinas potentes
que debieron liberar
del penoso trabajar,
del esfuerzo a muchas gentes,
¿qué fue de ellas? ¿por qué sientes
que el sufrir que vas sufriendo
va creciendo?

Y ahora, en fin, a lo que veo
Sindicatos y Gobiernos,
prestos siempre a complacernos,
quieren darnos más empleo.
¡En esto mudó el deseo
tan común de no volver
al taller!

Esta trova el pueblo sabio
que la oiga y, por ser suya,
que la cante ante el que arguya
que el trabajo es necesario
y que hay que hacer a diario
lo que uno nunca haría:
¡qué falsía!

Pues amarga la verdad
quiero echarla de la boca;
y si al alma su hiel toca,
esconderla es necedad:
¡sépase la falsedad
que sufrimos aquí abajo:
el Trabajo!













Agustín García Calvo

LA CARA DEL QUE SABE (Agustín García Calvo)

SOCIAL...La cara del que sabe

Cuando veas al hombre de banca
dinámico y grave
que en la ranura de su coche
introduce la llave,
mientras habla con un cliente
importante,
y con mano segura
agarra el volante,
verás, si te fijas, en el cristal
la cara del que sabe.

En la escuela, al salir de recreo
al patio empujándose,
si ves a uno que lo llaman
el Capacobardes
que le escupe en la oreja al tonto
de la clase
y se planta aguardando
que el otro se arranque,
helados de vidrio verás allí
los ojos del que sabe.

O si ves por la turbia ventana
de frente a su amante
a la querida que, ya seca,
se aferra al cadáver
de su amor, y a cuchillo dice
«Como escapes,
te lo juro, aquí mismo
me siego el gaznate»,
grabado verás en la blanca piel
el signo del que sabe.

En la foto del jefe de estado
que fija el instante
en que él, sentado ante un decreto
de muerte de alguien,
en penoso deber la pluma
de oro blande,
cuando firme la firma
de un trazo la trace,
trazada en su frente la puedes ver
la marca del que sabe.

O si no, en el neón del espejo
del bar de 'My darling'
si ves al chulo que a su rubia
le dice, fumándole
de nariz, «Que nanay, nenita,
que tu padre,
y cuidao con el rímel,
que no se te empaste»,
posada en sus párpados la verás
la fuerza del que sabe.

Y si asomas, en fin, al estudio
de altos cristales
donde el cerebro de la empresa
dibuja los planes
de la ruta futura, y corre
recto el lápiz
y a derecho y a regla
los borra los árboles,
guiada verás de la pura ley
la mano del que sabe.

Todos tienen su idea: son ellos
los reyes del aire.
Y si tú ves que, cuando a todos
los cierre en la cárcel
de los versos y que la música
ya se apague,
yo me quedo a las nubes
mirando distante,
recuérdame y dime «La veo ahí
la cara del que sabe.

de Agustin GARCIA CALVO ( Libre te quiero)

Libre te quiero,

como arroyo que brinca

de peña en peña.

Pero no mía.

Grande te quiero,

como monte preñado

de primavera.

Pero no mía.

Buena te quiero,

como pan que no sabe

su masa buena.

Pero no mía.

Alta te quiero,

como chopo que al cielo

se despereza.

Pero no mía.

Blanca te quiero,

como flor de azahares

sobre la tierra.

Pero no mía.

Pero no mía

ni de Dios ni de nadie

ni tuya siquiera.

Agustín García Calvo, España, 1926

¡Cuántas cosas...!

¡Cuántas cosas tendría que deciros,

si supiera quién hay tras de la puerta,

si pudiera contar lo que despierta

cada vez que se duermen mis sentidos!

Pero ya no me queda entre los giros

de los pasillos de esta vida muerta,

más que un polvillo de memoria incierta,

que no sé si en un soplo transmitiros.

Puede que alguno de vosotros sienta,

al oír lo que digo, que esa cuenta

ya la ha oído él sonar antaño.

Y tal es verdad. Yo aquí en la boca

siento que lo más mío me es extraño

y que en mí la razón se vuelve loca.




ELEGÍA

Niña tú del recuerdo, tú vives

en una gruta que ni mía ni tuya,

que la boca medio se la cierran

pinganillos como de lilas o saúcos

en flor que te embelesan los sentidos,

quizá dormida tú a lo hondo del espejo

en un lecho de musgos amorosos o quizá

despierta tú, tus ojos niños

como esmeralda en la sombra palpitando,

despierta como ninguna de la tierra.

Y algunas veces, cuando menos lo pienso,

tú de esa hondura te deslizas, descorres

las cortinas de las hojuelas temblorosas,

y aquí me surges y me hieres piadosa

cegándome de irisaduras el espejo,

desnuda, de verdad, como tú eras,

como eres, y, sin una palabra,

cuando ya casi te daba por muerta,

por detrás te me vienes a echarme de sorpresa

tus blancos brazos todos por el cuello.

Ah, ya sé, ya sé que hay una por las calles

y las casas de Dios a la que llaman por tu nombre;

porque es que has ido en tanto envejeciendo

para ellos, y estarás ya casi hecha

una mujer como es debido, cerrada (nunca

del todo, no) en la cáscara de su granada,

y que, si se encuentra conmigo por acaso

al doblar una esquina, apenas sabe más

que quedárseme mirando como quien dice

"A ése me parece a mí que yo lo conocía".

Pero nada me importa, y con tu duda me sobra

para seguir por el sendero de mis penas: que vivo

de saber, en secreto,

que tú sigues en tu gruta escondida

y no creces y no vas hacia la muerte, y, tan sólo

con que acierte en mis descuidos a olvidarte

un rato, y no esperarte, no, y no esperarte,

tú renaces de la sombra honda,

y tus ojos otra vez me sonríen

hasta quebrarme las entrañas del espejo

1

Yo estaba en el medio:

giraban las otras en corro,

y yo era el centro.

Ya el corro se rompe,

ya se hacen Estado los pueblos,

Y aquí de vacío girando

sola me quedo.

Cada cual quiere ser cada una:

no voy a ser menos:

¡Madrid, uno, libre, redondo,

autónomo, entero!

Mire el sujeto

las vueltas que da el mundo

para estarse quieto



2

Yo tengo mi cuerpo:

un triángulo roto en el mapa

por ley o decreto

entre Ávila y Guadalajara,

Segovia y Toledo:

provincia de toda provincia,

flor del desierto.

Somosierra me guarda del Norte y

Guadarrama con Gredos;

Jarama y Henares al Tajo

se llevan el resto.

Y a costa de esto,

yo soy el Ente Autónomo último,

el puro y sincero.

¡Viva mi dueño!,

que, sólo por ser algo,

¡soy madrileño!



3

Y en medio del medio,

Capital de la esencia y potencia,

garajes, museos,

estadios, semáforos, bancos,

y vivan los muertos:

¡Madrid, Metrópoli, ideal

del Dios del Progreso!

Lo que pasa por ahí, todo pasa

en mí, y por eso

funcionarios en mí y proletarios

y números, almas y masas

caen por su peso;

y yo soy todos y nadie,

político ensueño.

Y ése es mi anhelo,

que por algo se dice:

De Madrid, al cielo












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